ABRAXAS
La palabra Abraxas era un término que se grababa en
ciertas piedras antiguas, llamadas Piedras Abraxas, y que las sectas gnósticas solían usar como talismán. Se creía que Abraxas
era el nombre de un dios que representaba el Bien y el Mal, un dios y deidad adorada y un demonio y daimon temido en una única existencia. Fue usado por los Basilideanos, una secta gnóstica del siglo II, para nombrar al ser
supremo o dios que ellos adoraban.
Sus adeptos
aseguran que en sus manifestaciones suele ser amable y piadoso con aquellas
personas a quien considera buenas y despiadado con aquellas a quien él
considera malas.
También llamado Abrasax o Abracax, por los etruscos, y Abrxia, por los
druidas celtas, este Dios es de origen Gnóstico y se suele representar con la
figura de un ser con cabeza de gallo y con dos serpientes con cabeza en lugar
de piernas. La mayoría de veces con armadura en el pecho y siempre con armado
de látigo y escudo. La palabra Abraxas es simbólica pues cada una de las letras
correspondía con uno de los planetas conocidos en aquella época y la suma de
sus letras dan 365, el equivalente a un año. Es posible que los primeros
Gnósticos tomaran esta Deidad del Dios egipcio abrak sax, que significaba
“Palabra sagrada”. Y también es muy posible que la famosa frase abracadabra,
que todos hemos dicho y escuchado en muchas ocasiones provenga de este Dios.
En
términos demonológicos de la edad media, el personaje de Abraxas cambia su
perfil para convertirse en un ser grotesco con cabeza de dragón coronada y
cuerpo deforme, manteniendo tan solo las serpientes como piernas y el látigo de
la figura gnóstica.
Ha sido representado en amuletos (que los Basilideanos solían
llevar) portando un garrote en sus manos e incluyendo en ellos, a su vez, el
número 365. Según los demonólogos se manifiesta de distintas formas,
inscripciones en el suelo, paredes, puertas, y hasta en el cuerpo de quien lo
invoca por ayuda.
Sin duda, un personaje de la mitología
bastante desconocido pese a su importancia en tiempos pasados. La unión en un
solo ser de todos los poderes divinos, quizás equilibrados, quien sabe, pues de
existir alguna vez, la unión de lo divino y lo demoniaco en un solo ente podría
tener consecuencias inimaginables.
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